Como la ya lo expresáramos, su genio fue prematuro, desde muy niño se destacó en el dibujo y la pintura, siempre de la mano de su padre.

Era tan bueno copiando las obras maestras de los grandes artistas, que bien pudo hacer una carrera como falsificador de obras, pero sus aspiraciones eran tan elevadas, que en su cabeza no cabía tal posibilidad.

A pesar de vivir grandes períodos en París, no se nacionaliza como francés, ya que muy dentro aspiraba a regresar a una España sin Franco, pero la vida no le alcanzó.

En 1907 visitó el Museo de Etnografía en el Palacio del Trocadero de París y fue allí en donde se sintió atraído por nuevas figuras y formas que no había visto nunca y empezó a incorporar elementos africanos a sus obras transformando por completo su visión hacia el arte.

Admiraba a los clásicos de la pintura, partiendo de Velásquez, Degas y Gauguin. Ya en vida, muy a pesar de su complejo carácter y de sus grandes extravagancias, era considerado como otros de los grandes.

Fue un autor abierto al mundo, experimentador, miraba mucho a su entorno y a su mundo y todo esto lo incorporó en sus obras. Animales, personajes, amigos y niños pasaron a formar parte de su inmenso catálogo.

Llevó durante su juventud y adultez una vida bohemia, que contrastaba con las costumbres pacatas de su tiempo, y todo esto le ganó animadversiones y mala prensa. No obstante, sus biógrafos y quienes más lo conocieron afirmaban que era grata su compañía.

Se ganó la mala fama de ser tacaño y nada generoso, y todo esto como consecuencia de su costumbre de usar siempre la misma ropa vieja y desgastada.

El grueso de su obra, a pesar del vanguardismo y de las nuevas corrientes, no deja de ostentar una base clásica debido a su formación académica y de sus constantes prácticas en los museos como copista. Prueba de ello son sus retratos, bodegones y autorretratos.

A pesar de ser considerado Picasso en sus comienzos como un artista figurativo, su inserción en el denominado Cubismo (del que es reconocido padre junto al también pintor y escultor francés Georges Braque), al que se aferró y explotó hasta el final, le permitió el salto a la abstracción, junto con otros artistas. Desde el Cubismo Picasso rompió con la tradición modernista y la empujó decididamente a la vanguardia.

Dos de sus grandes etapas, conocidas como La Época Azul o La Época Rosa, no fueron en sí mismas compartimientos estancos, sino que se entrecruzaban en una suerte de juego de contrastes. Ahora bien, sus grandes aportes al arte están circunscritos a su larga etapa cubista.

Una de las características más resaltantes de Picasso como artista es que todo lo que vivía era su gran materia prima. Un caso emblemático fue el período en el que asistió a los circos: entonces impregnó a su obra de payasos, saltimbanquis y acróbatas. De igual manera podríamos decir de su gran afición a las corridas de toros, reflejada hasta la saciedad en muchas de sus obras.

Como artista de vanguardia incorpora a su obra pictórica materiales ajenos a la tela y a la pintura, como el papel, y en la escultura echa mano de materiales reciclables que halla en trasteros y basureros.